Torcido y torcido.

Este artículo forma parte de una serie de contribuciones.

Todavía tengo dos argumentos que podrían hablar a favor de una traqueotomía. Así que tómate un respiro y continúa con el texto.

  • La succión nocturna ya no sería un problema.

    Un arma de doble filo, diría yo. Esta misma mañana me han vuelto a decir -pero esta vez una enfermera distinta de la habitual- antes de los primeros buenos días, a las 7.56 h, que debería haber dicho durante la última colocación que quería que me succionaran. Eso había sido hacía sólo diez minutos.

    Pues no fue así. Pero ya no tengo esas discusiones porque mis cuidadores se sienten atacados personalmente en cuanto les planteo argumentos como "Mira en el registro de alarmas de la máquina y verás que ha pasado media hora".

    Para ser sincera, no se me ocurre nada más que decir sobre el hecho de que tenga que justificarme como paciente si quiero levantarme "ya" a las ocho. La próxima persona que sea tan grosera conmigo y ni siquiera entienda que le pagan por este trabajo puede buscarse otro paciente.

    En fin, hicimos la succión y me desperté. Sin embargo, dos horas más tarde, se me volvieron a cerrar los ojos, lo cual me molesta mucho. ¿Sería diferente ahora si hubiera tenido una cánula? ¿Esta situación no se habría producido en absoluto si hubiera tenido una cánula esta mañana? Es muy posible. ¿Justifica eso la intervención necesaria para un traqueostoma? Por sí solo, no. Pero sería una gran ventaja. El primero que veo como argumento real a favor de una cánula.

  • No siempre tendríamos que cambiar primero la mascarilla para dormir.

    Es un argumento con el que puedo construir algo. Si tuviera una cánula ahora -en este preciso momento mientras escribo estas líneas- estaría dormido. Porque los últimos días y noches son malos para mis huesos. Se me cierran los ojos. Además, me encanta dormir. Pero imagínate las reacciones que tendría si me cambiaran la mascarilla cada diez minutos. No tiene mucho sentido con las enfermeras, que pueden tardar fácilmente una hora en cambiar la mascarilla, o no funciona en absoluto. Hasta aquí y nada más, diría yo. Como todo el mundo está de vuelta, sabemos que mi cabeza y mi pelo no tienen la culpa de que la mascarilla esté torcida desde el principio. Pero los que se niegan vehementemente a mantener la cabeza recta al ponérsela tampoco tienen que esperar ya mi simpatía. Se acabó la prima de cachorro.

Con muy pocas excepciones, siempre se reduce a la misma pregunta. Y no es, como yo pensaba, qué ventajas me aportaría la cánula. Una pregunta mejor es qué desventajas dependientes del personal de enfermería dejaría de tener y hasta dónde estoy dispuesta a llegar por ello.

Housten, tenemos un problema. Mientras mi logopeda me siga encontrando sin lavar a la hora de comer porque fumar y beber café eran más importantes... Mientras mis amigos de visita me encuentren bañado en mi propia saliva porque nadie me controla si no llamo aunque se sepa que hoy apenas puedo respirar... ¿Mientras me pongan mascarillas con tanta desgana que parezcan la foto de portada incluso después de pedirles dos veces que me quiten la mascarilla de los ojos? ¡Tío! Un ciego con bastón puede ver que la máscara está torcida...

¿Hasta dónde estoy dispuesto a llegar? Ni un milímetro.